jueves, 20 de diciembre de 2018

MUESTRA DEL TALLER DE ESCRITURA CREATIVA

El pasado domingo 16 de diciembre de 2018 , como habíamos adelantado en este blog, tuvo lugar en el Café Despacio la muestra del taller, evento organizado por nuestra compañera Eva Gonzalez.
nos deja aqui algunas imágenes y textos leídos en dicho evento:

LA BOFETADA

Tan correosa y restallante como inesperada, la bofetada logró alterar su lógica secuencia espacio-temporal hasta atraparlo en un torbellino donde confluían pasado y presente. Hasta allí le llegaba la imagen de la señora, levantándose de la mesa como impulsada por colosal resorte y avanzando hacia él mientras se pasaba el cigarrillo a la otra mano para impactarle con fiereza con la diestra. La hija de la agresora detrás de ésta, alegando que se había equivocado, que ese señor no había sido. Las miradas de la gente, clavándosele desde la terraza o desde los coches. Las disculpas afligidas de la señora, mientras le tocaba el hombro buscando quizás aliviarlo del guantazo propinado segundos antes. El efluvio de su perfume. Sus labios pintados de rojo belicoso que transmitían un cálido halito a tabaco y a chicle de menta. Del pasado remoto venían imágenes similares, la profesora cacheteándolo en su lejana infancia, los mismos labios, similar perfume, la misma crispada expresión en su rostro.
Sin decir ni una palabra, bajo el mismo pálido sol mañanero se alejó confuso de aquella terraza con el calor escociendo su mejilla. Después de varios años había vuelto a sentir una sutil, tímida, pero insoslayable erección.

JUAN MORALES


LA PRIMERA CITA

Los protagonistas del encuentro se presentaron a la hora convenida en el Café d’Espacio con una mezcla de alegría y preocupación. Esa dualidad de sensaciones era lógica dado que se trataba de una primera cita, en la que todo estaba abierto: el éxito y el desencanto, el reconocimiento y el rechazo.
El ambiente agradable y familiar del Café d’Espacio les ayudó en los primeros minutos, pero ninguno de los dos se atrevía claramente a entrar en materia, a pesar de llevar varios meses compartiendo por escrito una relación personal. Pero claro, encontrarse cara a cara, suponía un paso más en el que desaparecían las barreras protectoras de un cierto anonimato, y de ahí surgían los nervios.
Después de las primeras frases habituales, el encuentro comenzó a discurrir por cauces más relajados y surgieron ya las primeras sonrisas y luego todo fluyó hacia lo que parecía una relación basada en la complicidad, en una sintonía total que presagiaba un futuro esperanzador.

Estaban sentados demasiado cerca de la ventana y eso facilitó, cuando acababan de pedir el postre, el desastre inesperado. De pronto unas voces infantiles que se dirigían hacia ellos exclamaban: “¡Papá, Papá!” y junto a los dos niños una mujer que con cara de desconcierto miraba a su marido.
Mientras él pagaba la cena, sin llegar ni al café ni a la copa posterior, uno de los hijos le preguntaba si podía comerse el
plato de tiramisú, que había quedado intacto sobre la mesa que su amiga había abandonado sin despedirse siguiera y en un arrebato que en nada conectaba con el nombre del local.

JAVIER MURO

LA PIEL
Destino de las caricias,
de los rayos de sol,
de la brisa
y del llanto.
Cubre por entero
mi cuerpo.
Pálida, cenicienta,
bronceada a ratos
sonrojada en las mejillas
albina bajo el cabello.
Cuero silencioso
que se descama invisible
como invisible es su gozo
al abrazar.
Juega a enfadarse
a erizar el vello 
de brazos, piernas, pezones;
juega a emocionarse.
Destino de caricias,
papel
donde la vida se escribe.

ISABEL LAFUENTE


EXTRAVIADO EN EL INVIERNO

Extraviado en el invierno sueño que grito. Giro y contragiro. Salto, chapoteo. En la superficie de hielo adelgazado se quiebran los reflejos de un cuerpo multipartido. Soy yo.
¡Retratos!, ¿para que los quiero?
Mi canto, desde antes de escribirlo en una cinta, marchaba en ritmos binarios ora ternarios. Mi canto revelaba. Navegaba. Confesaba. Denunciaba.
Lloriqueé, así de ordinario mi yo accedió al mundo externo. Desconsolado conocí el miedo a la intemperie.
Soy perenne en la quimera. Nunca existió el yo sin espejo. El maldito reflejo es lo que me enfada. Sin tiempo. Sin espejo. Siberia sin frío es mi voz.

SILVIA ELENA MACHADO

IMPRESIONES DEL CAFÉ 
Me viene a la mente la imagen de camaradería y profundidad que había en el ambiente donde las palabras se mezclaban con las miradas en un afán de conectar y comprender a la persona que estaba leyendo en ese momento.
En ese instante, parecía que nuestras palabras se habían convertido en humo, misterio. Envolvían a todo el personal y los pensamientos volaban hacia otros lugares. Un sentimiento de conexión y encuentro que todos vivimos de una forma muy personal y casi íntima.
“Si la palabra pudiera hacerse carne
nadie escaparía del amor
y menos del dolor.”

“…y si mis labios hablasen como mis palabras
yo no sería de aquí, sería de otro planeta.
Hasta puede que fuera un tambor o una flor.”

J.C.LUZARDO


A MEDIA LUZ
Caras conocidas la mayoría. 
Silencio absoluto, respeto.
Flotaba en el aire la poesía, sin humo, sin ruido, cada frase tras la anterior en una concatenación melódica.
Todos unidos por una afición, la palabra escrita, leída, recitada.
Música de fondo aunque no hacía falta, pues los versos creaban sus propias notas.  A veces suaves, a veces duras. 
Dolor, amor, desamor, historias, frases, cuentos.... los zapatitos nuevos para el amante de lo imaginado, de lo desvirtuado, de lo irreal, del absurdo, de la verdad...
Mil historias para contar y para que nos cuenten. Crítica ácida de la realidad. Sonrisas sinceras esbozadas al final de un relato.
¿Nos conocemos? 
Apenas, pero no importa.  
Sabemos lo esencial de los otros:
que de sus plumas puede nacer un poema

HORTENSIA RECIO


PARA MIS COMPAÑEROS DEL TALLER
Podría hacer caso al primer impulso, creer que mi gusto por los libros o dos frases mal escritas me dan el derecho de querer seguir, continuar escribiendo. Sería lógico pensar; bien no sirvo para el oficio o bien sería éste el único trazo que puedo alzar, que vendría a ser lo mismo.
Error.
Para que deje de ser lo mismo se debe corregir, interferir, manosear…y ver qué restos de letras quedan pegados a tus dedos. ¿Unas pintas marrones que no dicen nada, que te hacen pasar mucha vergüenza…?
Bastante probable.
Y probablemente sea ella quien te venza. Pero la vergüenza, como casi todo lo que lleva un nombre, cae deshecha desde que le cambias las letras. Inventar, crear, usarla de escalón, atravesarla o descubrirte en ella, eso ya será cuestión de la holgura de tus dedos. 
La vergüenza vendrá intensa, arrogante, bien conformadita. Te acomplejará, muy resultona con su diéresis… 
Es entonces el momento seguir, seguir, escribir, leer y corregir. Aguantar texto en mano. Ser capaz de resistir el Yo sin espejo o el mismísimo frio de Siberia.
Y quizá llegue entonces el reflejo de un texto.
EVA GONZÁLEZ




No hay comentarios:

Publicar un comentario